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Como clero, tenemos la responsabilidad de recordar a nuestras congregaciones, comunidades y líderes electos que nuestras tradiciones religiosas ven el cuerpo y nuestro mundo físico como un espacio sagrado donde Dios actúa. Creemos que Dios ha bendecido a los seres humanos con la capacidad de experimentar la intimidad sexual, para que podamos tener hijos y sostener la experiencia sagrada de la vida. También creemos que la experiencia amorosa de la intimidad sexual en sí misma, sin intención procreadora, es de igual manera uno de los regalos que Dios le dio a la humanidad.

Esto lleva a que tengamos la obligación moral de dar a la juventud los conocimientos y las habilidades que necesitan para comprender sus cuerpos, y tomar decisiones informadas y saludables sobre el sexo y las relaciones. Muchos de nuestros lugares de culto dan educación sexual que es apropiada a la edad y al desarrollo. Estos programas tienen un énfasis en la abstinencia como la mejor manera para que las personas se mantengan seguras y saludables. Muchas personas jóvenes toman este camino y las animamos y ofrecemos nuestro apoyo. Sin embargo, en Estados Unidos las personas tienen sexo por primera vez a los 17 años en promedio. Entonces algunos adolescentes decidirán ser sexualmente activos, y también somos moralmente responsables por ellos.

Como líderes religiosos de muchas creencias diferentes, asesoramos a las personas jóvenes cuando se enfrentan a presiones sociales y decisiones difíciles. Pasamos tiempo con las familias y adolescentes a través de la educación religiosa, actividades para jóvenes, la confirmación, Bar y Bat Mitzvah y mucho, mucho más. Sabemos lo importante que es que nuestra juventud obtenga la información honesta y sin juicios que necesita, sobre el sexo más seguro y las relaciones saludables. Creemos que es inmoral mentirle a nuestros hijos, al darles una educación sexual inadecuada e inexacta, o sometiéndolos a programas basados exclusivamente en la abstinencia, que no les enseñan cómo prevenir el embarazo y cómo protegerse de las infecciones de transmisión sexual (o enfermedades de transmisión sexual) y del abuso.

La realidad es que cada año en nuestro país, la mitad de los 20 millones de casos nuevos de infecciones de transmisión sexual son diagnosticadas en jóvenes de 15 a 24 años. También, aproximadamente 750.000 adolescentes quedan en embarazo cada año. Los estudios confirman que la educación sexual integral y de alta calidad ayuda a las personas jóvenes a retrasar su primera relación sexual, a reducir el número de parejas sexuales y aumentar el uso de condones y anticonceptivos cuando comienzan a tener sexo. Se ha demostrado que la educación sexual integral funciona. Además, las encuestas muestran consistentemente que cuenta con el apoyo de una gran mayoría de padres y madres. Es moralmente incorrecto ocultar esta información médica a nuestros hijos.

La educación sexual puede fortalecer la comunicación familiar al motivar a las personas jóvenes a hablar con adultos de confianza sobre el sexo y las relaciones. Cuando somos honestos con nuestros adolescentes, ellos responderán a nuestra franqueza siendo honestos con nosotros. Cuando las familias conversan de manera sensata sobre un tema tan delicado como el sexo, los adolescentes sabrán a dónde ir cuando lo necesiten. Además, los adolescentes que afirman tener conversaciones positivas sobre sexo con sus padres y madres, tienen más chances de tardarse más tiempo en tener sexo, de tener menos parejas sexuales y de usar condones y otros anticonceptivos cuando tienen sexo. Un beneficio adicional de la educación sexual, es tener lazos familiares más fuertes, lo que beneficia tanto a los adolescentes como a sus seres queridos. 

Por el bien de nuestra juventud, hacemos un llamado al Congreso y a las legislaturas estatales a que presten atención a la evidencia y financien programas que hayan demostrado ser efectivos en brindarle a la juventud la información apropiada para su edad, y que necesitan para crecer lo más saludables y felices posible. Como clero, sentimos que la educación sexual integral es una obligación moral y anhelamos que dicha educación sexual se convierta en la norma. Hacer menos que eso se queda corto frente a la obligación moral que tiene la sociedad, de nutrir la salud y el bienestar de los jóvenes que Dios nos ha confiado.

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La Junta Clerical de Abogacía (CAB por sus siglas en inglés) de Planned Parenthood Federation of America, creada en 1994, lidera un esfuerzo nacional para aumentar la conciencia pública acerca de la base teológica y moral que existe para defender la salud y la justicia reproductiva. Los miembros de la Junta Clerical de Abogacía son clérigos dedicados a favor del derecho a decidir, que pertenecen a diferentes denominaciones religiosas y comunidades en los EE. UU., y que trabajan con Planned Parenthood a nivel nacional y estatal para promover el objetivo de la total libertad reproductiva para todas las mujeres y hombres.

Abril, 2014

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